viernes, 8 de agosto de 2014

Fidel Castro, Salvador Allende y Consuelo Gatica Amengual

Llegó el jueves 10 de noviembre de 1971; su visita originalmente era por diez días, al final fueron 25 y recorrió casi todo el país.
En pleno gobierno socialista se generó la polémica; eufóricos los partidarios de la UP (Unidad Popular) e indignados los opositores.
Fidel Castro pisaba tierra chilena y ya nada sería lo mismo; al menos para María Consuelo Gatica Amengual (foto).

Siendo dirigente del Gremio de la Salud (Hospital Alejandro del Río; Puente Alto, Santiago) -mi tía-, junto a un grupo de compañeras habían concurrido a La Moneda, a efectos de presentar un proyecto de construcción de viviendas para los empleados del mencionado centro sanitario.

Mientras le exponían la idea al presidente Salvador Allende se anuncia la entrada del lider cubano. Cuando todo hacía preveer la culminación del encuentro, este prosigue y son testigos del ingreso de Fidel Castro a la sala de reuniones.
Ahí lo vemos caminando con su porte marcial, imponente, el característico uniforme verde oliva y las botas negras. Se dirige al presidente y lo abraza cálidamente.
Haciendo honor a su proverbial carisma, se acerca a repartir besos entre las señoritas.
Mi tía -que al día de hoy puede dar cuenta de la emoción del momento vivido- lo saluda y tiene el gesto (¿osadía?) de acariciar la banderita cubana que llevaba Fidel en el pecho; sorprendido, el comandante la desprende y se la coloca a ella.



En diciembre de 2009 fui depositario de este legado de valor infinito. Ocupa, no podía ser de otra manera, un lugar de privilegio entre mis objetos más preciados.

Más allá de cualquier disquisición ideológica sobre Fidel, nadie puede negar que se trata de una de las figuras más representativas del siglo XX; alguien que marcó a fuego a varias generaciones.