El tramo encomillado corresponde a la obra "Ñuñohue" de René León Echaiz (chileno), adquirida en una "librería de viejo" en Av. de Mayo (Argentina), fue un placer encontrar este bello libro.
"Los conquistadores españoles avanzaron con don Pedro de Valdivia por el río Mapocho hacia arriba, buscando explorar los territorios del entorno a la comarca donde se funda Santiago del Nuevo Extremo, en 1541. Llegaron a unos terrenos de gran belleza y fertilidad, cuyos tranquilos campos se extendían hasta las faldas de los cerros de la Cordillera de los Andes. Allí se internaron por entre los matorrales, apartándose de la ribera del Mapocho. Les llamó de inmediato la atención una enorme cantidad de florcitas amarillas que se movían al viento, por todas las extensiones de estos territorios. Cuando los europeos consultaron a los indígenas que acompañaban la expedición por el nombre de estas flores, ellos contestaron que eran "ñuños".
Los ñuños son de color amarillo, con tonalidades rojizas y oscuras. Crecían en una zona indígena de rucas y pequeños campos que los nativos llamaban Ñuñohue, precisamente en alusión a estas flores: Tierra de Ñuños.
Abarcaba el borde del Mapocho, las faldas cordilleranas y el contorno de los llanos del Maipo. En su momento, los conquistadores recorrieron gran parte de estos terruños y fueron siendo recibidos por los caciques que las dominaban. Durante el resto de la colonia, se conectaba desde Santiago hasta este sitio a través de caminos muy rústicos que salían desde el lado oriente del Cerro Santa Lucía, cuya falda hacía de aparcadero para caballos y carretas que iban o venían por este rumbo.
Ñuñohue abarcaba, entonces, los terrenos que actualmente identificamos con Providencia, Apoquindo, Las Condes, Tobalaba, Macul y Ñuñoa. No tardaron en ser loteados y convertidos en chacras, arruinando la vida de los indígenas locales. Sin embargo, era el último de los mencionados, Ñuñoa, aquél que se hallaba en el centro de la Tierra de los Ñuños, siendo identificado como el corazón de Ñuñohue entre los indígenas. Se dice incluso que su aldea central estaba justo en la actual Plaza Ñuñoa. Regía estos dominios el cacique Longomavico, también llamado Aponchonique, pero dichos caseríos perduraron sólo hasta el siglo XVII, cuando las aldeas del centro del territorio desaparecieron. Sus principales accesos fueron, por largo tiempo, los caminos ocupados por las actuales avenidas Providencia e Irarrázabal.
La corrupción fonética y la repetición viciada del término entre los españoles, llevó a transformar su nombre rápidamente a Ñuñoa, manteniéndose hasta hoy en la toponimia.
Algo más sobre la flor
Es una planta tipo hierba perenne del orden de las liliales y de la familia de las iridáceas. Todavía es posible verlas junto a algunos caminos y senderos en el entorno de la capital. Tiene seis pétalos con diseños propios que van desde el limpio amarillo sin máculas hasta patrones de manchas negras y escarlatas sobre amarillos rojizos. Crece levantándose a relativa altura del suelo, alcanzando los 50 centímetros aproximadamente. Los científicos la conocen como Sisyrinchium ñuño colla.
Las capacidades del ñuño fueron su garantía de expansión por los valles interiores de la Zona Central de Chile: resiste temporadas de sol directo y, además, soporta las heladas de las estaciones más frías. Como no puede sobrevivir a la nieve, creció en vastos campos florales por las alfombras de vegetación que habían en Ñuñohue, a los pies de la alta cordillera nevada.
Esta es, entonces, la tierra en la que conocí el amor de mi abuela María Elena Amengual Astaburuaga, viví con ella entre mis dos y cuatro años.
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