Aquí podrán apreciar una maravillosa carta, escrita por Tomás Gatica Martínez (hermano de mi bisabuelo Pedro) y remitida al poeta Jorge Hurtado Baquedano.
Belleza, saber decir y manejo sin mácula del lenguaje; seguramente su sobrino Osvaldo -el nono- heredó de él estas cualidades.
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Noviembre 11 de 1918.
Señor Jorge Hurtado Baquedano
Presente, poeta y amigo:
Su libro ha venido bondadosamente a cumplir una obra de misericordia llegando hasta mi cama en donde una influenza española, ¡cómo ha cambiado la hidalguía castellana!, me tiene más molido y maltrecho que lo estuvo don Alonso Quijano después del manteo del Ventero.
Conocía la hermosa portada de sus “Cristales”, que celebramos juntos con el entusiasta y “providencial” amigo Ramón Ricardo Bravo (Providencia 695). La tonificación patinada del paisaje –una sepia muy bien tratada por Max- se perdió en el cliché. Ud. debe haberlo lamentado más que yo.
Vamos ahora a su libro.
Hay en sus versos, tales como “Ofrenda a mi hijo” –que, en mi sentir, es lo mejor del libro- un fondo sincero de emoción; cualidad que, cada día, va siendo más escasa, porque los poetas se están haciendo demasiado cerebrales, olvidando la verdad profunda que Musset engastó en este grito:
“Ah! frappe-toi de coeur, c’este lá qui est le genies!
(Golpéate el corazón; ahí reside el genio).”
La tendencia de Ud. es romántica, y no se apesadumbre de ello, porque, como dice Grenier, si “la razón que predominó en el clasicismo, es orden, lógica, medida, la imaginación, que no conoce leyes ni límites se lanza libremente a través de los campos del ensueño y de la fantasía, constituye una gran parte del romanticismo”.
Otra cualidad que me place en los versos de Ud., es la mansedumbre que he hallado en las descripciones de “Cromos Agrestes”. La poesía descriptiva necesita que el verso salga fácil, claro y así le han salido a Ud. los de la sencilla leyenda de “El Estero”.
¿Por qué no ensaya Ud. el romance?
Me parece que Ud. podría hacerlo, a la manera del Duque de Rivas.
En la Emoción de sentir encuentro algunas estrofas más cálidas; ciertos versos más fornidos; pero, sin duda, amigo mío, éste su primer libro no es sino un gentil saludo a la bandera, para echarse, enseguida, con el talento y buena voluntad que Ud. tiene, a cumplir la “Pequeña Profecía” de su prologuista; mi admirable amigo Daniel de la Vega:
“Y escribiremos versos. Versos sólo inspirados en los temas eternos. Tendremos una fuerte musa que ha de encendernos duros versos forjados en torno del amor de la vida y la muerte”.
Y ahora una palabra de sinceridad acaso un poco ruda.
Hay lunares que redundan en provecho, como el que en la mejilla izquierda lucía Francisca D’Ambigué, la célebre Marquesa de Maintenon, pero ese lunar de las “Canciones Sportivas”, que forman la última parte de su libro, no tiene, a mi ver, el buen éxito del de la Marquesa.
Hasta ahora el “sport” no me ha convencido como tema de inspiración poética; y quiero aclararlo aunque me hayan de caer encima las jaurías del “Sectorino” y los monteros del Fally-Ho!
Y así, poeta y amigo, dígale, para terminar: le doy mi enhorabuena cordial, esperando que, cuando los “Cristales” se alcen, aparecerá el castillo amplio de su reino interior.
Su amigo,
Tomás Gatica Martínez
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