Extracto de un reportaje aparecido en EL MERCURIO, el domingo 11 de agosto de 2002; donde se menciona el vínculo entre la que con el tiempo sería esposa de Neruda, y el hermano de Pedro Gatica Martínez (bisabuelo).
Los Urrutia de Chillán de las afueras, en un campito próximo, mínimo, eran muchos hermanos, más parientes, hijos huachos y allegados. Vivían a la buena de Dios. Los niños, una infancia terrible. Niños a pata pelada, en medio de la lluvia y el frío.
Matilde, por suerte, no era fea. Estaba decidida a cambiar esta existencia. Sus amigas le aseguraban que cantaba bien. Aprende a tocar guitarra. Canto y guitarra de oído, como Violeta Parra, como todos los Parra, otra familia de vida áspera pródiga en talentos. Adolescente, Matilde se viene a Santiago. De alguna manera, con ayuda de parentela, financia un curso en una escuela técnica, en un instituto. Secretariado. Ahora, un trabajo. Cuanto antes, para comprar ropa, zapatos nuevos. Esta parte es la menos conocida de su existencia. Ella cantaba suavemente y para sí misma "yo vengo de San Rosendo a vivir a la ciudad...". Tiempos de Pedro Aguirre Cerda, de Juan Antonio Ríos. Don Tinto promete en sus discursos, durante toda su campaña: "Pan, techo y abrigo". Ella no tiene, en esos años, sino un poco de pan y de vez en cuando.
A través de algún amigo se aproxima al Ministerio del Trabajo y obtiene un cargo mínimo de secretaria. Allí conoce a un escritor que le tenderá una mano; Tomás Gatica Martínez.
¿Quién era Tomás?
Para las nuevas generaciones de escritores, este nombre no tiene significado alguno. Tomás Gatica Martínez era un caballero apuesto, liberal, bien vestido, casado, autor de una novela de costumbres, "La Cachetona". Ser "cachetona" entonces era darse pisto, "creerse", sentirse la última chupada del mate. Gatica Martínez tiene cierto poder en el Ministerio y está desarrollando prácticamente el programa del Frente Popular: "Pan, techo y abrigo". Se preocupa por la suerte de la adolescente y la suma a “las giras de artistas a las regiones”. Formaba grupos de recitadores y recitadoras, músicos, cantantes, bailarines, actores. Iban en buques, cale- teando: Coquimbo-La Serena, Antofagasta, Tocopilla, Iquique, Arica. A veces llegaban a los grandes teatros de las oficinas salitreras. Matilde salía a cantar, bailar algo de cueca y tocar la guitarra.
Neruda, joven, cuando aún no era el magistral poeta que el mundo aplaudió, trabajó también bajo las órdenes de Tomás, en el Ministerio, en su política de “Bibliotecas para el pueblo”.
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