Abuela materna, referencia ineludible en mi vida, me crié con ella desde que tenía cuatro años. Llevo grabadas las lágrimas de la despedida, el día anterior a su partida definitiva, cuando la visité en la sala de terapia intensiva del hospital.
Año 1978, polvoriento camino, algunos olivares por izquierda y derecha, es cuesta arriba, se dificulta el paso, palpita el corazón emocionado; ¡pasaron más de cincuenta años!...Pero es una foto del pasado, el tiempo se detuvo, no se vislumbra el progreso, "todo está igual" logra balbucear Modesta. En realidad, los herrajes se veían oxidados y las casas de piedra mas deterioradas que entonces.
Arribaron, como dardos, los recuerdos del día en que partió con una maleta, allá en el lejano 1926, con sólo una maleta, para el Nuevo Mundo, para América; tierra de promisión, de sueños y de olvidos.
Dejaba Cabanelas, pueblito perdido en Orense, dejaba a su madre, Florinda Ferreiro y marchaba, para retornar vaya a saber cuando.
Una maleta, tan solo una maleta; pero la carga era muy pesada.
Muy joven, la vida aquí era harto complicada; siempre expuesta a las miradas del pueblo. Modesta, la hija natural de Florinda; sin noticias del padre, tan solo Modesta Ferreiro, con el apellido de la madre. Un estigma en la España de comienzos del siglo XX, una herejía.
Ahora estaba de regreso, sus ojos color cielo se humedecieron, Blanca, la hija, le tomó la mano y siguieron caminando. En lo alto, ahora sí, a la vista, la casona antigua, con el establo abajo. Igual, todo igual; la carga era muy pesada...