miércoles, 21 de julio de 2010

Domingo Santa Cruz Wilson (1899-1987)

Sin ser de la familia, la pasión por la música lo unió a René (los vemos juntos en la foto; en Utrecht, Holanda).
Domingo Santa Cruz Wilson representa la columna vertebral de la institucionalidad cultural chilena de la primera mitad del siglo XX. Nacido en el seno de una familia acomodada, estudió en el colegio de los Sagrados Corazones entre 1909 y 1915. Inició de forma particular sus estudios de violín y formó un conjunto orquestal del que fue director. En 1916 obtuvo su grado de Bachiller en Humanidades y luego cursó estudios de Derecho, graduándose en 1921. Entre 1922 y 1923, consiguió tomar clases con Conrado del Campo y asistió a la mayor cantidad de conciertos que pudo en sus breves viajes a Holanda, Francia, Bélgica, Alemania y Austria. En París se casó, regresando a Chile en 1923, donde comenzó a trabajar en el Ministerio de Relaciones Exteriores. Ya en el país, retomó sus actividades e inició la actividad pública de la Sociedad Bach en 1924. Este año marcó un hito en la historia de la vida musical chilena, pues el rumbo de este organismo señaló la institucionalización definitiva de la actividad musical chilena.
En 1927 Santa Cruz fundó el Conservatorio Bach, cuya definición curricular fue la base del posterior Conservatorio Nacional. Así, el 31 de diciembre del año 1929 se fundó en la Universidad de Chile la Facultad de Bellas Artes, donde Santa Cruz tuvo un rol destacado, llegando a ser decano interino en 1932 y decano (oficial) en 1933, con tan sólo 34 años. De acuerdo a lo que señalan los investigadores, con la fundación de esta facultad se le dio por primera vez rango universitario a los estudios de música y artes plásticas.
Luego siguió su carrera académica: en 1944 asumió el cargo de Vicerrector de la Universidad de Chile y subrogó al rector entre 1948 y 1951. En 1942 Santa Cruz fue nombrado profesor de composición del Conservatorio, enseñando a una importante generación de compositores, donde destacan Gustavo Becerra, Carlos Botto, Salvador Candiani, Celso Garrido Lecca, Ángel Hurtado, Alfonso Montecino, Juan Orrego Salas, Silvia Soublette y René Amengual Astaburuaga, entre otros. Luego recibió el Premio Nacional de Arte, mención música, en 1951 y, en 1952, abandonó sus actividades docentes en el Conservatorio.
Durante su vida, Santa Cruz acumuló gran cantidad de cargos directivos de importancia: Vicepresidente de la Sociedad Internacional de Educación Musical (1953-1955), miembro de la Sociedad Internacional de Música Contemporánea (1954), miembro del comité ejecutivo del Consejo Internacional de la Música y Presidente del mismo entre 1956 y 1958, entre una larga lista de responsabilidades de nivel iberoamericano e internacional.
Su capacidad gestora y emprendimiento para lograr nuevas metas en el campo de las políticas culturales, le valieron un merecido reconocimiento por parte de la comunidad de compositores. Este reconocimiento, sin embargo, dejó en el olvido el estudio y conocimiento de su música, de la cual se conocen pocos trabajos de envergadura, casi todos influidos por el estilo neoclásico.

sábado, 3 de julio de 2010

Provincias cuyanas

Las actuales provincias argentinas de Mendoza, San Juan, San Luis y del Neuquén, formaron parte hasta 1776 de la Capitanía General de Chile en el Imperio español de Indias con el nombre de Provincia de Cuyo o Corregimiento de Cuyo a partir de 1564.
La historiografía tradicional argentina y particularmente la de Mendoza, sitúa a la Patagonia como parte del corregimiento, lo cual es rechazado por la historiografía chilena, según la cual las áreas bajo dominio colonial, no pasaron más al sur del río Diamante.
Las capitales de las provincias que conforman Cuyo fueron fundadas a raíz de una expedición ordenada por la Corona española representada por el gobernador de Chile Francisco de Villagra (imagen derecha) en el año 1551, tendiente a establecer una ruta que uniera los puertos de Santiago del Nuevo Extremo ubicado en Valparaíso y de Santa María de los Buenos Aires. Con este encargo partieron los capitanes Pedro del Castillo y Juan Jufré de Loayza Montesa (ancestro, ver biografía en otra entrada), funcionarios del Reino de Chile a tomar posesión efectiva de los territorios recorridos por Villagra.
Carlos del Castillo fundó la ciudad de Mendoza del Valle de la Nueva Rioja el 2 de marzo de 1561, que fue refundada al año siguiente por Jufré (imagen de su estatua en San Juan) como "ciudad de La Resurrección", a dos tiros de arcabuz hacia el oeste de la fundación original de Mendoza. En la práctica esta "fundación" se redujo a un simple traslado de Mendoza que le permitió a Jufré recibir el premio real correspondiente a la fundación de ciudades.
Luego de la fundación/traslado de Mendoza, Jufré se desplazó unos 165 km hacia el norte y fundó San Juan de la Frontera el 13 de junio de 1562. Su hijo Luis Jufré de Loayza y Meneses siendo teniente corregidor de Cuyo, funda en 1594 San Luis de la Punta de los Venados, nueva extremadura de las posesiones coloniales españolas del oeste sudamericano. Carlos del Castillo fundó la ciudad de Mendoza del Valle de la Nueva Rioja el 2 de marzo de 1561, que fue refundada al año siguiente por Jufré como "ciudad de La Resurrección", a dos tiros de arcabuz hacia el oeste de la fundación original de Mendoza. En la práctica esta "fundación" se redujo a un simple traslado de Mendoza que le permitió a Jufré recibir el premio real correspondiente a la fundación de ciudades. Luego de la fundación/traslado de Mendoza, Jufré se desplazó unos 165 km hacia el norte y fundó San Juan de la Frontera el 13 de junio de 1562.

jueves, 1 de julio de 2010

¿Qué tienen en común vascos y armenios?

En este devenir de siglos, los apellidos de origen vasco en la familia son varios: GATICA (GATIKA), ASTABURUAGA, URZÚA, CERCALDE (ZERKALDE), AGUIRRE, AREMBURU (ARAMBURU), ELEXALDE (ELIZALDE).
Esta introducción viene a cuento de una hipótesis que maneja un científico de origen armenio, parece tener bastante fundamento, muy interesante y curiosa. Se adjunta.
El lingüista y vascólogo Vahan Sarkisian, principal promotor de la «teoría vasco-armenia» y quien más ha trabajado en los últimos años sobre el parentesco etnolingüístico entre ambos pueblos, ha vuelto a realizar una de sus visitas periódicas a Euskadi. Cree que los estudios vasco-armenios se encuentran en un momento importante, porque ya estamos suficientemente equipados para empezar a sacar conclusiones.
- ¿Cuál ha sido el objetivo de su última visita a Euskadi?

- He venido para renovar los contactos y para tratar la continuación de los proyectos que llevamos años desarrollando. Traje, además, nuevas ideas para el estudio del problema vasco-armenio, que ha llegado a un punto muy importante, el momento en el que se pueden empezar a sacar conclusiones. Hasta la fecha, la cuestión ha quedado al nivel de las suposiciones exóticas, pero creo que estamos ya suficientemente equipados como para para sacar conclusiones y difundirlas.

- ¿Por qué utiliza el término 'problema' al referirse a la cuestión?

- Porque realmente tenemos un problema. Podemos hablar de teoría, que se refiere a algo probado, o de hipótesis, en referencia a algo sin probar, pero nosotros nos encontramos entre los dos extremos, y ahí está el problema. Para quienes conocemos bien el tema es una teoría, y para quienes no tienen un información suficiente no es más que un tema exótico...

- Otorga prioridad, por lo tanto, a la difusión del material existente. ¿Cuál es el más relevante?

- Por ejemplo, el contenido en la serie Vascos y armenios: documentos y materiales, que cuenta con la ayuda de la Diputación de Gipuzkoa. Ya ha salido el segundo tomo, y cuando se termine contendrá el grueso del material que existe sobre la cuestión, que es muy abundante pero no se conoce. Sólo en las fuentes vascas hay más de cien autores, desde Garibay, Poza, Henao o Larramendi, que se han referido a la cuestión. Nuestro primer deber es sacar a la luz ese material.

- ¿Qué autores han hecho las aportaciones más relevantes a la teoría del parentesco entre vascos y armenios?

- Curiosamente, los mejores promotores de esta teoría no fueron ni vascos ni armenios y, por lo tanto, no tenían intereses directos en la cuestión. Me refiero al inglés Edward Spencer Dodgson y al alemán Joseph Karst. El primero conocía bien el euskera. En París comenzó a estudiar armenio y rápidamente detectó las similitudes, que resumió inicialmente en una lista de 50 palabras. Karst, por su parte, era armeniólogo y, cuando entró en contacto con el euskera, comparó cuestiones relacionadas con la antropología, el sistema fonético, la gramática y el léxico y extrajo más de 400 semejanzas.

- Usted insiste también en la necesidad de fomentar el conocimiento mutuo más allá de las cuestiones lingüísticas.

- Si uno no sabe siquiera dónde está Armenia o cómo es su gente, no se le puede pedir que de un paso más y se tome en serio estas teorías. Me parece ridículo difundir sólo la información a favor de la teoría vasco-armenia, porque sin conocer a los pueblos y a sus culturas no se pueden comprender las semejanzas entre ambos. El año que viene, con toda probabilidad, tendremos una publicación divulgativa sobre Armenia que ayudará a avanzar en ese camino.

- ¿También en Armenia predomina el desconocimiento sobre Euskadi y la cultura vasca?

- Antes era así, pero ahora ya tenemos un pequeño centro de estudios vascos en la Universidad, un pequeño mundo vascológico que no existe en muchos países. Hemos empezado a armenizar la literatura vasca y disponemos de un buen número de traducciones. Los lectores armenios leen en su lengua Linguae Vasconum Primitiae de Etxepare, Peru Abarka de Mogel, Harri eta herri de Aresti, una antología de poetas navarros actuales o la Leyenda de Aitor de Chaho. Sería muy interesante que aquí tuvieran algo similar. Además, si un armenio viene a Euskadi las paredes le hablan, entendemos muchas de las cosas que vemos escritas. Comprendemos sin problemas por ejemplo, qué significa Zabaltegi, u Ormazabal..., porque significa exactamente lo mismo en armenio. Nos sentimos como en casa, y eso ya quiere decir algo.

- Los detractores de la teoría vasco-armenia dicen que la suya es una lengua indoeuropea y el euskera una lengua preindoeuropea, lo que establece un foso para algunos insalvable. ¿Qué opina al respecto?

- De entrada, no comparto esa teoría de la clasificación de las lenguas. Para mí es más importante el análisis de las particularidades más significativas de cada lengua. El armenio se considera, efectivamente, una lengua indoeuropea, pero si sacamos a la luz las veinte regularidades más importantes de la lengua veremos que coinciden más con el euskera que con otras lenguas vecinas como el georgiano o el persa. Y no sólo referidas al léxico. En armenio, por ejemplo, no se forman palabras con una -r inicial, a nuestra garganta le cuesta mucho pronunciarla. Lo mismo le pasa al euskera, a la garganta vasca. Ni el armenio ni el euskera reconocen la acumulación de consonantes, nos resultan impronunciables, en tanto que en otras lenguas vecina a la nuestra, como el georgiano, son habituales los grupos de hasta cinco o seis consonantes. Podríamos mencionar otras muchas características que nos separan de nuestros vecinos y nos acercan al euskera, como el artículo postpuesto, la manera de formar el plural... Sin hablar de la toponimia, que aporta una enorme cantidad de semejanzas.

- ¿Ese tipo de coincidencias podrían justificarse mediante el mero contacto entre las dos lenguas?

- Yo creo que esta clase de coincidencias -que afectan incluso al aparato de articulación, que tiene un carácter fisiológico- no pueden surgir del mero contacto, no se pueden importar o exportar. Karst decía que el armenio y el euskera son dos variedades del mismo tronco lingüístico.

- Y usted, ¿qué opina al respecto?

- Diría que son, además, dos variedades del mismo tronco humano, pero ese es un problema que no me atrevería a resolver ahora. Lo único que me atrevería a decir con alguna certeza es que tal vez en la antigüedad toda la zona estaba ocupada por el mismo elemento étnico-cultural, que cedió terreno a otros elementos, quedando vestigios en Euskadi y en Armenia, como supervivientes de una gran y antiquísima civilización.

- Ahondar en esa hipótesis exigirá la colaboración de otras disciplinas...

- Claro. Pero, además, hay que hacer un trabajo de reconstrucción interna de lo genuino de las dos lenguas, porque tanto la vascología como la armeniología están bajo una presión fortísima de influencias ajenas. Primero hay que ver qué queda de las palabras vascas genuinas, y qué queda de las palabras armenias genuinas, qué queda de nuestros respectivos mundos propios. A eso se orienta mi trabajo.